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Simpatía

Dios es Simpaía
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Fernando Crespo Bello

«En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma»
– Salmo 94:19
Amado hermano, en este mundo moderno, donde resaltamos la grandeza del ser humano, la simpatía brilla por su ausencia. Si usted toma un poco de tiempo y camina por las calles de su pueblo, se dará cuenta del dolor y sufrimiento de almas desamparadas y solas.
Cuando Jesús caminaba, en cada paso que daba se encontraba con el sufrimiento y la muerte, consecuencias del pecado para el hombre. Y se conmovía profundamente y salían lágrimas de sus ojos, como le pasó con aquella viuda que había perdido su único hijo (Ref. Lucas 7:13).
En esa actitud de simpatía, era frecuente en Jesús, el inmenso amor para cada ser humano. Su compasión por las almas siempre estuvo presente en todo su ministerio.
Sin embargo; hoy se ha perdido ese sentimiento, de llorar con el que llora. Hemos perdido el ser parte del mismo cuerpo de Cristo, caminando separados.
Cuenta la historia, que una mañana de invierno, había un hombre ciego que estaba vendiendo periódicos en una calle desierta.
Este hombre suspiraba y temblaba por el frío intenso. Y alrededor de él la gente caminaba ligeramente y nadie lo notaba. Pero en una ocasión escuchó muy cerca de él una dulce voz que le dijo: ¡Buenos días!  Entonces levantó su cara con sus ojos entenebrecidos hacia la persona que hablaba y le preguntó: ¿Quién es?
Aquella mujer que se había detenido a hablarle quedó callada un momento y luego le dijo: Soy yo, (y le dijo su nombre). Pasaba por aquí y pensé que debía detenerme para darle los buenos días y preguntarle cómo se siente en una mañana como ésta, con tanto frío y a traerle este vaso de café caliente. 
Aquel hombre movió su cabeza y recobró sus energías y olvidó su desamparo y no le importó la poca venta de periódicos. De las tinieblas que le rodeaban había surgido una luz aquella mañana. Una sonrisa salió de aquel rostro amargado, convirtiéndolo en uno lleno de esperanza.
Sé la imagen de aquel que un día tomó la decisión de perdonar todos tus pecados para que puedas tener vida eterna y abundante.
¡Dios te bendiga!

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