Jaime Medina y Yadira Campis
“venid a mí… y yo los haré descansar”
Mateo 11:28
El agotamiento es algo que, a largo plazo, puede llegar a ser muy perjudicial en la vida de todo ser humano.
El agotamiento físico se podría definir como un cansancio extremo o la pérdida de energía como resultado de algún tipo de labor o efecto al final de un largo y estresante día. Es sinónimo de debilidad. Es completamente normal que sintamos que el agotamiento se apodere de nuestro cuerpo, siempre y cuando no sea algo recurrente o esté relacionado con alguna enfermedad. Si el agotamiento físico es algo continuo, entonces debemos vislumbrar que eventualmente se producirán efectos que pueden ser muy perjudiciales para nuestras vidas. Así como también podría afectar nuestra relación con la familia.
Por otro lado, tenemos el agotamiento espiritual. Es el tipo de agotamiento que ningún Cristiano debería sentir. Pero lamentablemente, el agotamiento espiritual es un problema real que afecta a muchos creyentes en la actualidad. Muchas veces es producto de la sobrecarga, la desilusión y/o el desaliento. Cuando una persona padece de un agotamiento espiritual, este puede sentir como una pérdida de entusiasmo, perspectiva y propósito de Dios en su vida. Este agotamiento produce efectos que son muy destructivos en nuestra relación con Dios. El agotamiento nos lleva a menospreciar o ignorar las bendiciones de Dios.
Cuando sientas un agotamiento espiritual, la recomendación es ir directo a Cristo. Nadie mejor que Él para calmar el cansancio y desaliento. Jesús dijo “venid a mi… y yo los haré descansar” (Mateo 11:28). Así que acepta su invitación y háblale. Dile cómo te sientes y deposita todas tus cargas en él. Solo Él es capaz de renovar fuerzas, reanimar deseos, y hasta le multiplica las fuerzas al que se siente sin ellas. Reclama la promesa:
“pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.” Isaías 40:31 DHH
Bendiciones