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¿Tiene Cabida el Desánimo en la Vida del Cristiano?
Félix Muñoz
Diácono de la Iglesia Bautista Resurrección de Kissimmee, FL
«Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.»
– Núm. 21:4-7
El desánimo es una actitud mental que destruye la esperanza y sin esperanza nos rendimos, que es exactamente lo que el diablo quiere que hagamos. El desánimo es la falta de ilusión o interés hacia algo, alguien o para hacer algo. Es un sentimiento que nos impide seguir adelante con eso que veníamos haciendo. El desaliento es una de las estrategias más peligrosas del diablo. La persona desanimada tiende a aislarse de los demás y poco a poco se va retirando de aquellos con los que compartía sus sueños y anhelos. En el caso de los creyentes, estos pueden comenzar a dejar de asistir a la iglesia y como consecuencia comienza a transmitir ese desánimo aún a los miembros de su propia familia.
Estos cristianos pueden tener pensamientos como: “Dios no me toma en cuenta”, ¿Cómo Dios va a permitir este problema en mi familia?, “Estoy viviendo una situación difícil y a nadie le importa”, ¿Para qué me sirve ir a la iglesia?, ¿Por qué tengo que leer la Biblia a diario?
Las personas desanimadas tienden a ser críticos y murmuradores, aun contra Dios, contra los líderes de la iglesia y aún contra otros creyentes. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? (v.5)
Hay varias razones por las cuales podemos desanimarnos. Una es cuando comenzamos a quejarnos de las cosas que Dios nos pide que hagamos. Cuando hacemos esto, le abrimos la puerta al diablo que entra acompañado de un desagradable invitado que se llama: DESÁNIMO. Eso nos lleva a continuación a ignorar cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas y esto desemboca inevitablemente en la pérdida de comunión con Él y con nuestros hermanos en Cristo.
Otra razón es cuando pasamos por situaciones adversas (enfermedades, crisis económicas, enemistades, desilusiones con líderes de la iglesia o un familiar, etc.) También los comentarios malintencionados que hacen otras personas de nosotros, tales como: chismes y críticas o bromas de mal gusto podrían desanimarnos. En la mayoría de los casos las personas que tratan de desanimarnos son controlados por un espíritu de envidia. Recordemos a los discípulos que iban camino de Emaús y caminaban desanimados porque no sabían que le había pasado a su maestro. Pero el mismo Cristo les salió al encuentro y les habló por el camino devolviendoles el ánimo (Lu 24:13-35). La Palabra de Dios es el mejor remedio para combatir el desánimo.
¿Cómo vencer el desánimo?
Lo primero es identificar cual es la situación que nos está afectando según la perspectiva de Dios. Luego, asumir una actitud correcta, y para esto es importante que entrenes tu mente con la verdad de Dios y que practiques esos principios. «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros» (Fil 4:8-9).
Cuando tengas pensamientos de desánimo, es muy importante que pienses y ores de esta manera: Hoy tuve un día agitado. Elegí pensamientos erróneos a lo largo de todo el día que me han hecho sentirme desanimado. Padre, perdóname y ayúdame a confiar en Tí y a seguir adelante. Cometí algunos errores, pero mañana será un nuevo día. Yo sé que Tú me amas, Señor. Tu misericordia es nueva cada mañana. Renuncio a vivir desalentado. Gracias por Jesucristo mi Salvador y gracias por tu Espíritu Santo que es la garantía de mi salvación y la fuente de inspiración, aliento y esperanza para mi vida. Gracias en el nombre de Jesús. Amén.
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