Karen Valoy
Versículo Destacado
“Pero el que escucha lo que yo enseño y no hace lo que yo digo es como una persona tonta que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Y la casa se cayó y quedó totalmente destruida.”
Mateo 7:26-27 (TLA)
Reflexión
Tengo frente a mi casa un árbol que no es muy alto. Con frecuencia cierto tipo de avecillas silvestres vienen a hacer sus nidos allí. Al principio es una linda escena encontrar a la madre echada en su nido calentando sus huevos y cuidándolos. Inclusive he llegado a ver en ocasiones a los hijitos nacer y a su mamá cuidarlos con empeño. Pero más tarde o más temprano esa escena cambia y un día encuentro el nido destruido en medio de rastros de lucha. Otras aves vinieron, atacaron a la madre y destruyeron el nido. Me causa tristeza cada vez que sucede.
Nunca he visto ocurrir otro desenlace en este árbol en específico. Mientras recojo los restos que caen en mi balcón, con lamento desearía que estas aves aprendieran a hacer su nido en un lugar más seguro. Me recuerda a la “Parábola de los dos Cimientos” o que comúnmente llamamos “la historia del hombre que hizo su casa sobre la roca”. La podemos encontrar en La Biblia, en los evangelios de Mateo y de Lucas. En ella, el Señor compara el resultado de dos hombres que construyeron sus casas de maneras diferentes. Uno de ellos puso un buen fundamento y el otro no. En ambos casos vinieron las mismas circunstancias adversas y ante el embate de ellas, la casa que tenía un buen fundamento permaneció en pie mientras que la que no lo tenía se derribó. Me impacta la frase del final: “y quedó totalmente destruida” o “fue grande la ruina de aquella casa”, dependiendo la traducción que se esté leyendo.
Es importante lo que Jesús refiere en su introducción “El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme.” (Mateo 7:24, TLA). En nuestras vidas apresuradas escuchar el consejo divino y ponerlo en práctica son cosas que tenemos que hacer intencionadamente, venciendo obstáculos y contratiempos. Es algo por lo que tenemos que trabajar de manera sistemática, todos los días y sin perder el norte. Nos costará tiempo y esfuerzo.
Las aves silvestres no planifican ni aprenden de sus errores. Por eso veo una y otra vez el mismo resultado, la casa destruida. Nosotros en cambio, podemos aprender de nuestras equivocaciones y de las de otras personas. Podemos cambiar cosas que hemos estado haciendo mal. Seguir el camino de nuestra comodidad por encima de lo que es prudente resultará en “la ruina de nuestra casa”. Nuestra casa es nuestra vida y la de los nuestros. La manera en que vivimos afecta todo lo que es valioso para nosotros. Si cuando el Señor nos habla puede contar con nuestra atención, la bendición será nuestra. Las guías que nos da el Señor son una “piedra firme”.
Fundamentemos nuestras vidas sobre el consejo que el Señor nos da a través de su Palabra y nuestra casa prevalecerá ante el embate de las adversidades.
Dios los bendiga.