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Mi Dios, un Dios de Paz
Sandra Quiñones Barriera
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado.
– Isaías 26:3
Nada altera más las emociones que los gritos, las peleas, ofensas, violencia corporal y hasta las palabras inadecuadas. También es cierto que nuestro instinto al ser violentados y agredidos es devolver de la misma forma. Hay un refrán pueblerino que dice que, “hasta el perro manso muerde cuando le pisan el rabo”.
Entonces, vayamos al Gólgota por un momento. ¿Que había? ¿Cómo era el ambiente? Lo que había era gritería, latigazos, empujones, palabras retantes e hirientes, calumnia y toda una masa de gente enloquecida con una sed de violencia contra el que cargaba la cruz. Y allí estaba Jesús, ya ensangrentado, portando una corona de espina y un corazón quebrantado ante tanta maldad. Lo más ilógico, no hizo nada para merecerlo. Aun así, no gritó, no ofendió, no correspondió el acto violento. ¿Porque? Por amor.
Un gobierno de paz. Eso fue lo que proclamó Jesús hasta su muerte.
Definitivamente mientras vivamos en este mundo encontraremos todo tipo de acto violento. Lo más lamentable es cuando llevamos esta conducta a nuestros hogares. El Reino de Jesús era uno de paz y así debe ser manifestado en todo lugar donde se encuentren sus seguidores.
En Juan 14:27 Jesús mismo dijo: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
Tiene que notarse la diferencia en el pueblo cristiano que ha lavado sus pecados con la sangre del Cordero de Dios. Es necesario marcar una gran diferencia en nuestros hogares, comunidades y país; practicando las enseñanzas que el mismo Jesús en su caminar nos enseñó.
Salmos 29:11 dice: Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.
Salmos 34:14 dice: Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela.
Tiene que levantarse un clamor en medio de nuestras habitaciones. En la intimidad, hay que rogarle al Dios Todopoderoso que nos bendiga con paz, en medio de una sociedad que vive atada a la depresión, ansiedad y que se siente acechada. Es necesario que se derrame la paz de Dios sobre nuestros hogares como nunca antes. Tenemos que declarar por todas las esquinas de nuestro hogar que nuestros hijos y familia le pertenecen a Jesucristo.
En mi opinión, creo que le hemos cedido terreno al enemigo, cuando le hemos confiado los valores que deben prevalecer en la familia a entidades y a personas que no conocen el Evangelio de Dios. Hemos sido liberales al no poner límites en lo que entra en nuestro hogar, lugar que como creyentes debería honrar a Dios.
Isaías 26:3 Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado.
Hoy recordamos esta maravillosa palabra citada en el libro de Isaías y es que la paz se consigue a través de Dios. Es en Él que encontramos ese torrente de paz, porque nuestra confianza puesta en Él, trae confianza.
Es tiempo de que nos levantemos declarando a viva voz que somos hijos de Dios y que todo lo que tenemos le pertenece solo a Él.
Es tiempo de que nuestras vidas reflejen el amor y la paz de Dios.
Es tiempo de que demos testimonio de vida a aquel que no le ha conocido.
Es tiempo de que al terminar el día podamos declarar como el Salmista:
En paz me acostaré y asimismo dormiré, porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado. (Salmos 4:8)
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