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¿Qué Me Depara la Vida?

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Maribel Malavé Morales

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
– Filipenses 3:20-21
¿Te has preguntado alguna vez que te depara la vida y cuál será tu futuro?
Pues yo sí…
En nuestra mente finita, afloran y nos embargan muchos pensamientos o preguntas sin lograr una respuesta, como por ejemplo: ¿Dónde o cómo estaré en varios años más?, ¿Estaré en el mismo empleo?, ¿Tendré el mismo negocio?, ¿Cómo estará mi economía?, ¿Qué será de mis hijos, serán o no profesionales?, etc.
Infinidad de preguntas y/o pensamientos que embargan y bombardean nuestra mente constantemente, pero luego mis pensamientos se detienen y pienso: Porqué preocuparme si yo soy hija de un Rey. 
Es en ese momento donde el Señor nos lleva a su palabra en Mateo 6:26-33 que dice:
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanéis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;  pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria, se vistió así como uno de ellos.   Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?   No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?  Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Salmos 37:25 dice: 
Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan.
En fin, hay muchísimos versos con grandes promesas que Dios nos ha dado a nosotros sus hijos.   
Ante ese enjambre de pensamientos e incertidumbres, Filipenses 3:20-21  revolucionó en espíritu: 
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”  
Concluyo:
Los hijos de Dios tienen un permiso de residencia que nadie les podrá quitar; ese es el de ciudadanos del cielo.  Nuestro futuro está en sus manos. 
Bendiciones🙏🙏

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