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Tiempos de Sanidad
Sandra Quiñones Barriera
“Porque Yo te devolveré la salud, Y te sanaré de tus heridas”, declara el Señor, …”
– Jeremías 30:17 (NBLA)
Siento mucha admiración por el equipo médico que se especializa en curar heridas. De hecho, hay una división dentro de la medicina que se encarga del cuidado y curación de ulceras y heridas. La razón por la cual los admiro es por su paciencia. Ninguna herida cicatriza de un día para otro. También hay que tener empatía, porque el paciente está dolido y muchas veces sensible y temeroso de ser nuevamente lastimado. Se necesita mucho tacto para evitar lacerar al paciente y evitar una infección en la herida que empeore su salud o condición.
Dios mismo en su palabra trae un refrigerio a través de Jeremías. Hoy nos agarramos de esta promesa de bienestar que no solamente nos devuelve la salud, sino que nos promete que va a sanar todas nuestras heridas.
Recientemente fuimos atendidos en un restaurante por una mesera. Nos llamó la atención porque tenía las marcas y cicatrices, en lo que presumo fue un accidente de graves quemaduras. Las marcas eran visibles en su cabeza, rostro y muy marcadas en sus brazos. Era una persona muy joven, por lo que, a mi parecer el accidente ocurrió cuando era niña. Eso quizás jamás lo sabremos con certeza, pero lo que si se es que esas heridas fueron curadas y que solo quedaron las cicatrices de lo que tuvo que haber sido un momento doloroso y terrible en su vida. La Palabra de Dios dice:
“sana a los que tienen roto el corazón
y venda sus heridas.”
Salmos 147:3 (PDT)
Este versículo tan corto impacto mi vida. Esta versión simplifica la palabra, pero tiene la esencia de lo que Dios hace cuando disponemos nuestra vida a su voluntad. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido heridas que nos han roto el corazón? Heridas que no parecen sanar, que duelen y lastiman. Creo que todos hemos tenido pérdidas en nuestro caminar que laceraron nuestro corazón. Heridas que provocaron estancamiento en nuestra vida, de tal manera, que parecía que nunca íbamos a sanar. Sin embargo, la palabra en este Salmo dice que Dios sana a los quebrantados de corazón y aún más, que venda sus heridas y espera pacientemente, con empatía y amor a que cicatricen. Él sabe que las heridas luego de identificarlas conllevan un proceso de curación. Dios entiende tu temor a que te lastimen nuevamente. Él conoce tu necesidad y se toma el tiempo, con mucho amor y paciencia para sanar y vendar tus heridas.
Hay un refrán pueblerino que dice: “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Nosotros sabemos que no tenemos que caminar por la vida con un corazón quebrantado, porque en Dios hay sanidad y oportunidad nueva de entregarle nuestro corazón, con todas las heridas que traemos para que Él en su misericordia las sane y nos llene de Fe y esperanza.
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” Jeremías 31:3 (RVR1960)
Es precisamente en esa misericordia que Dios se mueve, nos habla y nos invita a entregarle nuestro corazón a Él; para ser sanados, renovados y transformados por su bondad. Estamos en tiempos de sanidad y tiempos de esperanza.
¡Bendiciones!
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