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PROSIGO…
Anc. Natanael Machado Barreto
«Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.»
– Filipenses 3:14
Con estas palabras Pablo nos admite que no ha alcanzado la meta, pero está en carrera para hacerlo. La imagen que usa es de un atleta que extiende y esfuerza cada uno de sus músculos para presionar hacia adelante en la carrera. Cual atleta, Pablo se ve, esforzando sus músculos, con la mirada fija adelante y olvidando el pasado para concentrarse en el premio que solo se consigue al final de la carrera.
Recuerdo una carrera del Tour de Francia que vi en la televisión hace varios años atrás. En una de las etapas de montaña, uno de los ciclistas acelero su bicicleta de forma explosiva para despegarse del grupo y ganar una ventaja. Al final recibió el premio que buscaba al ganar la etapa. Todos estaban maravillados por su gran gesta. En la entrevista le preguntaron cómo fue su experiencia. En su respuesta, el ciclista destacó el intenso dolor que sintió durante aquel esfuerzo. La clave del éxito fue que supo manejar el dolo y en su mente solo se concentraba en canalizar el dolor de forma que pudiese terminar la carrera.
Me parece excelente esta imagen que Pablo hace en la cual compara su vida como creyente en Cristo Jesús con un atleta en medio de una carrera. La carrera de la fe es una vida que, al igual que el atleta, demanda esfuerzo y concentración en lo que esta delante y no en lo que ha quedado atrás. Es correr en medio de obstáculos y adversidades que pueden provocar dolor.
El dolor que siente un atleta es producto del esfuerzo en el que somete su cuerpo. El dolor es un mecanismo natural del cuerpo para autoprotegerse y además es común que ocurra daño en las fibras de los músculos. Como resultado, el cuerpo cicatriza y reconstruye los tejidos dejando marcas.
En la carrera de la fe, también es posible encontrarnos en momentos de dolor. No solo como mecanismo natural de nuestro cuerpo ante el esfuerzo, sino que existen muchas adversidades que provocan dolor. El rechazo, el odio, la crítica, prejuicios, desprecio, burla, persecución, entre muchos otros tipos de adversidades, provocan rupturas o heridas y como resultado la sensación de dolor. Comparable al atleta, el dolor se opone a poder avanzar en la carrera y deja marcas.
Estas marcas son los recuerdos de los momentos difíciles. Estas marcas son cicatrices de lo que alguna vez fue una herida. El resentimiento y el rencor de lo que causo la herida debe quedar atrás. Esto es en parte lo que Pablo dispone olvidar, eso debe quedar atrás. Es necesario dejar el resentimiento y el rencor en el pasado y fijar la mirada en lo que esta delante. Las marcas son testimonio del carácter forjado y la experiencia alcanzada durante la carrera. Estas marcas validan el ministerio que Dios nos ha dado y son confirmación del llamado de Dios porque participamos en los sufrimientos de Cristo.
Prosigo a la meta del supremo llamamiento. Prosigo con la mirada puesta adelante. Corro hacia el premio. El llamado es de Dios. el premio es verle cara a cara.
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**El Anc. Natanael Machado Barreto es Seminarista y Pre-Candidato al Ministerio de la Iglesia Presbiteriana Montclair en Isabela.
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