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Los Sabios de Oriente

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Reinaldo L. García Pérez

«diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.»
– Mateo 2:2
Las celebraciones navideñas tienen un profundo y hermoso significado.  El encuentro de los sabios de Oriente con el niño Jesús, muchas veces pasa inadvertido. Estos hombres de ciencia, se dedicaban al estudio de las estrellas. Por su sabiduría y amplios conocimientos asesoraban a la realeza persa.
Me conmueve su deseo de buscar a Dios.  El pasaje establece que asociaron el avistamiento de una estrella con el nacimiento de Jesús. La intención, tanto de su estudio como el motivo de su peregrinaje era adorar.
¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Es la pregunta que descubre el objeto de su peregrinación. “Lo estamos buscando”.  “Queremos hallarle”. “Nos interesa conocerle”.  Aunque no habían logrado su objetivo, no se rendirán hasta encontrarlo.
La determinación de los sabios de Oriente me recuerda la expresión de David en el Salmo 63:   
Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
En tierra seca y árida donde no hay aguas,
Para ver tu poder y tu gloria,
Así como te he mirado en el santuario.
¿Cuál es el anhelo de nuestro corazón? ¿Cuales son nuestras intenciones al buscar a Dios?  ¿Buscamos a Dios por quien es o por lo que nos puede dar? Son preguntas necesarias para nuestra introspección.
Adán y Eva corrieron a esconderse al desobedecer.  Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (Génesis 3:9) Las preguntas sirven de ubicación y referencia. No buscan tu opinión.  Dios no hace preguntas porque no sabe.  Dios hace preguntas para que sepas, para que reconozcas y reacciones.
La estrella era la señal, la referencia que les orientaba para su encuentro con el niño rey.  Hebreos 11:6 expresa: ahora bien, sin fe es imposible agradarle, porque para acercarse a Dios es preciso creer que existe y que no deja sin recompensa a quienes lo buscan. Pero la fe, es el elemento que sustenta, la fuerza que impulsa la acción.  ¿Queremos encontrarle? Vamos con fe a buscarle en ayuno y oración, leyendo y meditando en Su Palabra.  Su promesa es fiel y verdadera: no deja sin recompensa a quienes le buscan.
Y venimos a adorarle.  Adorar se refiere al reconocimiento de lo divino. Es la actitud de homenaje, dedicación y respeto entre lo creado y Su creador.  Me impresiona que su motivación era intrínseca, nace del propio individuo.  Sus acciones no tienen un interés de recompensa sino la satisfacción propia de hacerlo.
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. – Mateo 2:11
Postrarse es una demostración de humillación y reverencia.  Implica: “yo soy pequeño, el grande eres Tu”.  Quizás no puedes realizar una postura física, pero ¿existe algo más grande que el reconocimiento y la inclinación del corazón?
Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes.  Estos sabios, reconocieron, creyeron, buscaron y encontraron al niño Rey.  Estando en Su presencia, se postraron y dieron lo mejor de sí.  El Villancico Yaucano, composición de Amaury Veray, lo expresa de manera magistral:
Al niño recién nacido,
Todos le ofrecen un don.
Yo como no tengo nada,
Le ofrezco mi corazón.
Busca a Dios con todo tu corazón y que nuestra vida sea la ofrenda de reconocimiento y gratitud a Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de Señores. 
¡A Dios sea la Gloria!

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