En Pos De Cristo
Fernando Crespo Bello
«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»
– Mateo 16:24
Amado hermano, estamos comenzando un período navideño donde aparentemente todo el ambiente cambia. Y nos alegramos, cantamos y comenzamos a cambiar nuestra dieta, comiendo muchas cosas que nos hemos prohibido durante todo el año. Pero realmente ¿Qué significa la Navidad?
La Navidad, es parte de un plan establecido por Dios, antes de que todo fuera creado, con el propósito de salvar al hombre de una muerte eterna, a través del sacrificio de su hijo en una cruz. O sea; que la Navidad es el comienzo de su plan de salvación que termina en el Calvario, el cual es el símbolo del cristiano.
Si eres parte del cuerpo de Cristo, debes recordar en esta Navidad, con mucha alegría lo que nuestro Señor Jesucristo hizo por ti, al morir en la cruz. La Palabra establece claramente que:
Con Cristo estoy juntamente crucificado, lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20
En este período navideño deberíamos reflexionar y evaluar si lo que estamos viviendo, es un comportamiento digno del sacrificio que nuestro Señor hizo en la cruz. Si estoy juntamente crucificado con Cristo, lo cual significa que todos mis pecados están clavados con Él, pero ¿sería justo y agradable que nos detuviéramos de hacer la voluntad del Señor, para disfrutar de placeres, que en nada edifican la vida del creyente?
Cuenta la historia de una mujer que no estaba conforme consigo misma. Llevaba su cruz, pero pensaba que era más pesada que la de los demás. Y siempre estaba pensando cambiarla por otra menos pesada. Una noche; mientras dormía, tuyo un sueño donde un ángel la condujo a un lugar donde había diferentes clases de cruces. Allí encontró una cruz pequeña, preciosísima, adornada con piedras muy valiosas y con oro. Mirándola dijo: “Esta podré llevarla con gran comodidad”. Así que la tomó y se la colocó, pero su cuerpo debilitado temblaba debajo de ella. Las joyas y el oro eran muy bellos, pero pesaban mucho para ella. Después vio una cruz magnífica con lindas flores entrelazadas alrededor de su forma escultural. Con toda seguridad, ésta parecía ser la más apropiada para ella. La levantó, pero encontró que debajo de aquellas flores había espinas punzantes que rasgaron su carne. Por último, cuando iba a marcharse, se encontró con una cruz muy sencilla, sin joyas, ni talladuras, pero con unas palabras inscritas. La tomó y se convenció de que esta era la mejor de todas y la podía llevar con más facilidad. Y al mirar esta cruz bañada con un gran esplendor celestial, reconoció que era la cruz que siempre había llevado.
Amado, en este maravilloso día, no mires la cruz de tu prójimo, cada cual tiene su cruz, sólo disfruta la alegría de compartir con Jesucristo ese sacrificio enorme que ha hecho por ti.
¡Bendiciones!
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