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Solo Dios Salva
Reinaldo L. García Pérez
«Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.»
– Génesis 1:2
Meditando en lo que Dios hace en el ser humano y a través de su creación, pienso en personas que han reconocido al Creador en sus momentos más vulnerables. La Biblia nos ilustra de personas viles y/o menospreciadas quienes fueron transformadas por el poder de Dios.
Pienso en Moisés. Un hebreo que mató a un egipcio y se mantuvo en el anonimato hasta tener un encuentro con Dios. Pienso en el hombre crucificado junto a Jesús. Pienso en Saulo de Tarso, un religioso perseguidor de los creyentes.
Esas personas hicieron cosas indebidas. Con sus actos lastimaron y dañaron a terceros, pero si lo consideramos con detenimiento estas acciones son reflejo del desorden y el vacío en el interior del corazón.
Así como describe el pasaje del Génesis, la vida del ser humano se encuentra desordenada y vacía. Muchas veces pensamos que estamos en paz con Dios. Nos parece que merecemos el cielo porque hacemos buenas obras y buscamos no lastimar a nadie.
Cuando no reconocemos a Dios ni le damos el lugar que le corresponde, pecamos. No importa lo bueno que te consideres ni lo inofensivo que seas, pecamos. El pecado nos separa de Dios. La Biblia nos expresa que la paga del pecado es muerte. Por nuestros méritos nada podemos hacer para salvarnos.
El hombre crucificado junto a Jesús también se burló, pero el Espíritu de Dios inquietó su corazón. Mirando a Jesús y reconociendo que éste era inocente. Admitiendo su culpa le reconoce como el Rey: “acuérdate de mí, cuando estés en tu reino”. Entonces Jesús le dijo:
“De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. – Lucas 23:43
Sólo Cristo, cumplió y satisfizo, el sacrificio perfecto. Al creer en Cristo, como el cordero de Dios que quita el pecado, podemos estar en paz con Dios. Necesitamos a Cristo. Te preguntarás, ¿cómo es posible? Cuando reconoces que el sacrificio de Jesús en la Cruz es suficiente, su inocente sangre derramada es el pago que te libra del pecado y de la muerte. ¡Eso es salvación!
El capítulo 9 del Libro de los Hechos, nos describe el encuentro de Saulo con el Señor camino a Damasco. Al caer en tierra Saulo preguntó: ¿Quién eres Señor? Interesante es que Saulo se dirige a Jesús como Señor.
La segunda pregunta es tan relevante como la primera: Señor ¿qué quieres que yo haga? Interesante es que Saulo responde como siervo.
Ciertamente ese encuentro cambió la vida de Saulo, para siempre.
Dios conoce el desorden. Dios mira el vacío que hay en el corazón. En medio de la situación que vives, el Espíritu de Dios se mueve y actúa. Es el Espíritu de Dios quien toca tu corazón y te llama.
¿Escuchas su voz? ¿Qué respondes?
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