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El Amor de Dios en Mí y a Través de Mí
Reinaldo L. García Pérez
«Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.»
– 1 Juan 4:7-8
El apóstol Juan, discípulo de Jesús, fue un hombre cuyo mensaje apelaba constantemente al amor por el prójimo. Era un apasionado por la verdad.
Sin embargo, este gran hombre de Dios, comprometido con la verdad y mensajero del amor, no fue siempre así. En su formación como discípulo se comportó como una persona intolerante, violenta, intransigente, ambiciosa, extremista, y desequilibrada.
Tuvo que aprender a hacer un balance entre lo que creía sobre la verdad y cómo aplicarla.
El apóstol Juan se dirige a los creyentes como: “amados”. Cuando nos llama “amados” se está dirigiendo a los creyentes, al Cuerpo de Cristo. Modelando lo que predica.
El apóstol Juan utiliza la expresión “amémonos” o sea que más que una invitación es una propuesta. Nos anima para esforzarnos, a poner empeño para que la idea que propone sea una realidad.
El apóstol propone: “amémonos”. Lo que implica que es un ejercicio mutuo (de ambas partes) y recíproco (se da y es correspondido).
Así que, cuando el apóstol nos expresa: “amémonos”, más allá que predicar una idea o un pensamiento, nos desafía para que sea una vivencia.
Para nosotros es común hablar de Juan como el gran apóstol y fiel discípulo del Señor. Sin embargo, en su juventud no era el hombre que observamos en la isla de Patmos, ni aquel pastor de la iglesia de Éfeso y supervisor de las iglesias del Asia Menor. Mucho menos el “apóstol del amor”.
Juan era un apasionado por la verdad desde el principio. Quizá querer estar cerca del corazón de Jesús sea un reflejo de su deseo por conocer cada palabra que salía del Maestro. Pero su mayor fortaleza lo había llevado al fracaso. La falta de equilibrio era una grieta de carácter que debía ser transformada.
Todos nosotros corremos el riesgo de caer en esa trampa donde, debido al deseo por defender la verdad, nos olvidamos del amor. Esto resulta muchas veces en daños y enemistades.
Tu y yo somos el Cuerpo de Cristo.
● Las almas necesitan a Cristo.
● Tu familia necesita a Cristo.
● La comunidad necesita a Cristo.
● Tu ciudad necesita a Cristo.
● Tu país necesita a Cristo.
● El mundo necesita a Cristo
Necesitan conocer el amor de Dios, a través de tus acciones:
● tu obediencia a la Palabra.
● tu integridad.
● tu vida sometida al Señor.
Tu primer ministerio es tu hogar:
● Ocúpate de tu familia
● Respeta a tu pareja
● Aprende a ser paciente y tolerante
● Dialoga
● Promueve la paz
● Discúlpate
● Perdona
● Se conciliador
Más que un mensaje, seamos el mensaje.
Más que proclamar la Palabra, vivamos la Palabra.
Somos Hijos e Hijas de Dios.
Vivamos para agradarle a Él.
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