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Escuchando la Voz de Dios
Reinaldo L. García Pérez
«Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: !Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.»
– 1 Samuel 3:10
Samuel, un niño dedicado para el servicio en el templo, era un hijo de promesa. Ana, sufría amargamente porque no podía concebir y era objeto de burla. Se presentó al templo y “derramó su corazón” delante de Dios. En su aflicción, Ana le rogó a Dios por un hijo.
Dios escuchó su petición “y se acordó de ella” (1 Samuel 1:19). Ana concibió y dio a luz un niño;
“y le puso por nombre Samuel, diciendo: por cuanto lo pedí a Jehová”.
1 Samuel 1:20
Ana dedicó a su hijo Samuel a Jehová, diciendo:
“Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová”.
1 Samuel 1:27-28
Desde pequeño Samuel servía en el templo. Una noche, mientras dormía, Samuel escuchó que lo llamaban por su nombre. De inmediato el respondió: “Heme aquí”. Se presentó ante el Sacerdote pensando que éste le había llamado. ¿Para qué me has llamado? Elí le respondió: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate.
Dos veces más, Dios llamó al niño Samuel hasta que el Sacerdote Elí comprendió que era Dios quien le llamaba. Elí le explicó al niño:
“Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye”.
1 Samuel 3:9
Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: !Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.
1 Samuel 3:10
Samuel, un hijo de una mujer humilde que, en medio de su aflicción reconoció que Jehová es Dios. ¿Cómo respondemos? ¿Cómo reaccionamos cuando enfrentamos la aflicción? Ana vio a Dios glorificarse en medio de su aflicción. Ante el dolor de la burla y el rechazo. Expresando el vacío que sentía, derramó su corazón ante Dios.
Lo maravilloso es que Dios cambió su lamento en gozo. La respuesta de Dios fue tan extraordinaria que lo expresó con un cántico:
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
1 Samuel 2:1
Ana desconocía el gran propósito que Dios tenía con su hijo, pero Samuel estaba en la agenda de Dios. Dice la Escritura que este niño servía en el templo. Admiro la inocente disposición de Samuel cuando Dios le llamó por su nombre. ¿Sabes que Dios te conoce y te llama por tu nombre?
Samuel no conocía la voz de Dios y no entendía lo que estaba ocurriendo, pero respondió dispuesto y disponible: “heme aquí” ¿Para qué me has llamado?
Recuerdo a mi amado pastor Rafael Riquelme cuando – en broma y en serio – nos decía: “lo que aquí hace falta es porque tú no lo has traído”. Tu y yo somos la respuesta de Dios en medio de las circunstancias. El en su infinita sabiduría nos ubica en lugares y momentos precisos para ser instrumentos de bendición.
¡Somos pueblo de Dios! Estamos prestos para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9). Dios nos llama para ser luz en medio de tinieblas. A traer paz en medio del conflicto y ser puente de reconciliación.
¿Te permite Dios ver alguna necesidad? ¿Te inquieta Dios por algo? Quizás no lo habías considerado, pero tu y yo somos la respuesta de Dios por la oración de alguien. ¿Cómo respondemos a la voz de Dios? ¿Cómo reaccionamos al llamado de Dios?
Dispuestos y disponibles diremos como Samuel: “Heme aquí, Señor”. “Habla porque tu siervo oye”.
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