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La Instrucción de Maria

Evangelio Cristiano
Reinaldo L. García Pérez

Reinaldo L. García Pérez

Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.
– Juan 2:5
Cuando pienso en María, la madre de Jesús es inevitable sentir gran admiración. El primer capítulo del Evangelio según Lucas describe cuando el ángel del Señor le anunció que llevaría en su vientre a Jesús.
El profeta Isaías, inspirado por el Espíritu Santo, proclamó ese evento cientos de años antes de ocurrir.  Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. – Isaías 7:14
Más allá de lo extraordinario de la aparición del ángel para anunciarle un evento que cambió completamente sus planes, me conmueve el considerar cómo se aferró a la afirmación: porque nada hay imposible para Dios. – Lucas 1:37. 
El fraile Tomás de Aquino expresó: “el hombre no puede considerarse en absoluta independencia de Dios: siempre necesita situarse de alguna manera frente a Él”.  En otras palabras, cuando Dios llama, el ser humano responde.
La respuesta de María nos dice tanto de su carácter humilde y noble: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” – Lucas 1:38. María, como sierva del Señor, vivía para agradarle a Él.
Para agradar a Dios es necesario tener fe.  Hebreos 11:1, define la fe como: la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.  Evidentemente, María tenía certeza y convicción, tanto en Dios como en sus promesas.
La Escritura nos narra eventos importantes en la vida de Jesús que María guardaba en su corazón: 
  • La noche del nacimiento de Jesús, los pastores llegaron ante el pesebre contando lo que los ángeles anunciaron acerca del recién nacido.  
  • También cuando Jesús, a sus 12 años, estuvo en el Templo dialogando con los doctores de la ley.  Sus memorables palabras: ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? – Lucas 2:49b
La Escritura nos revela que Jesús crecía en gracia y sabiduría, ante Dios y los hombres.
En una boda en Caná de Galilea, fueron invitados María, Jesús y sus discípulos.  Durante la celebración María advino a conocimiento de que el vino se había terminado.  Quedarse sin vino en la boda era una vergüenza para los anfitriones.  María, se acercó a Jesús y discretamente le informó lo que estaba ocurriendo.   Jesús le respondió: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. –  Juan 2:4
Aunque Jesús, pensó o consideró que no era su momento, María sabía y confiaba en las promesas del Señor – porque nada hay imposible para Dios – Lucas 1:37.  Sin titubear, María dijo a los que servían: “haced todo lo que os dijere”.
Actuando en obediencia y sumisión, Jesús instruyó a los que servían para llenar las tinajas con agua.  Luego les pidió que sacaran y dieran a probar al organizador del banquete.  El maestresala probó el nuevo vino sin saber su procedencia (sólo los sirvientes que lo habían sacado fueron testigos del milagro).  Éste acudió al novio para reconocer que había reservado el mejor vino para el final.
María instó a los servidores a seguir las instrucciones de Jesús.  Producir vino es todo un proceso que toma años.  Jesús transformó el agua en vino en un instante.  Bendición es el resultado de obrar en obediencia y sumisión.    
Quieres ver a Dios obrando en tu vida, sigamos el consejo de María: “haced todo lo que os dijere”. Para agradar a Dios es necesario obedecer y caminar en fe con nuestra mirada puesta en Jesús.  Como María aférrate a Dios y a sus promesas, que son fieles y verdaderas: porque nada hay imposible para Dios. – Lucas 1:37.
Dios te bendiga.

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