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Nada me Faltará

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Reinaldo L. García Pérez

El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Salmo 23:1
Este pasaje es uno de los más conocidos de las Sagradas Escrituras. Fue escrito por un joven, pastor de ovejas inspirado en los cuidados y bondades de Dios. No soy un experto en cuidado y manejo de ovejas, pero es posible comparar la dinámica entre un padre con sus hijos.
Los padres son personas significativas en las vidas de sus hijos no porque lo dice un certificado. Es por la vinculación afectiva que se desarrolla y consolida con la presencia e interacción. Atender y ocuparse de sus hijos es lo que hace la relación significativa. 
¿Qué se espera de un padre como pastor? No sólo que sea un buen proveedor de bienes materiales, sino que brinde los cuidados y atenciones que su hijo o su hija necesita.
El salmista se expresa desde la perspectiva de la oveja. Manifiesta confianza, la certeza de que, bajo el cuidado del pastor, tiene todo lo que necesita. Hoy estamos acostumbrados a tenerlo todo, aquí y ahora. La realidad es que no siempre ocurre así. Sin embargo, bueno es tener la certeza de que lo que necesito, aunque no lo tenga en el presente, llegará. Así es nuestro Padre Celestial cumple lo que promete.
Mayda y yo tenemos tres hijos. Desde pequeños le enseñamos que hay cosas que necesitamos y otras que pueden esperar. Cuando nos mostraban algún juguete que deseaban, le decíamos: ¿Es este el que quieres? “Muy bien, en este momento no tenemos el dinero para comprarlo, pero tan pronto sea posible lo compramos” o “perfecto, lo obtendrás para tu cumpleaños”. Al instruirles sobre las prioridades, ¡cuántas perretas y malos ratos evitamos! Ganamos su confianza cumpliendo lo prometido.
El pastor vela por el descanso y nos guía hacia aguas tranquilas.Velar por la tranquilidad y el descanso de nuestros hijos es muy importante. La relación cordial y respetuosa entre los padres nutre la dinámica familiar. ¿Cómo manejas el conflicto? ¿Como reacciones a lo inesperado? ¿Cómo enfrentas la adversidad? Las acciones y nuestro modelaje serán el marco de referencia que tendrán nuestros hijos.
El padre guía a sus hijos. El consejo sabio y la corrección son esenciales en la formación del ser humano. Quien instruye refuerza las acciones correctas y cuestiona las ideas, actitudes y acciones impropias. Instruir requiere un balance entre enseñanza y reprensión. La formación del carácter exige acciones correctas, no convenientes. 
El salmista expresa: “tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Hay momentos y ocasiones que son difíciles de enfrentar.  El padre te anima para emprender y desea que tengas éxito donde quiera estés. Inspira contar con la sabiduría y el consejo de una persona con experiencia.
Qué bueno es contar con tu padre como aliado, particularmente en momentos difíciles. Esto no significa que aplaude todo lo que haces o dejas de hacer, sino que no te abandona. Tener el apoyo de alguien te ama, te aprecia y comprende, no tiene precio.El padre, como pastor, te ama incondicionalmente.
Tu padre te protege y desea tu mejor bienestar. Cuando estás herido(a), dolido(a) o desanimado(a), brinda atención y trato especial.  Si te has descarriado, espera por ti. Cuando todos se han ido o te dan la espalda, sus brazos están abiertos para recibirte.Bendición es lo que recibes de tu padre.
Quizás has tenido una relación saludable con tu padre y te identificas con mis expresiones. Tal vez, es difícil o incomprensible asimilar lo que he descrito porque no ha sido tu experiencia. Aun así, quiero decirte que Dios es el padre perfecto.  Con Dios nada te faltará.  Dios es amor.  Bajo su guía y dirección descubrirás el amor que sana, libera y transforma.  
Sólo a través de Cristo puedes llegar al Padre Celestial. Jesús le dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” – Juan 14:6. El hombre que estuvo crucificado junto a Jesús le dijo: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.  Este hombre reconoció a Jesús como el único acceso a Dios Padre.  Entonces Jesús le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”Lucas 23:42-43.
¿Qué esperas para recibir el amor del Padre?

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