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¡PROSPERA!
Reinaldo L. García Pérez
Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
– Salmo 37:4
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
– Salmo 1:2-3
En la vida todos queremos prosperar. Como dicen: “echar pa’lante”. Aspiramos a superarnos y mejorar las condiciones en las que fuimos criados. Sin embargo, hay quienes sacrifican los valores que sus padres le enseñaron para obtener posiciones, privilegios y bienes materiales para ostentar.
Estamos expuestos a un mundo que no acepta y no quiere reconocer a Dios. Niega la maldad. Un mundo que dice: El mal no existe. Todo es bueno, nada es malo si no le hace daño a terceros. Promueve que el hombre es autosuficiente, capaz de lograr todo lo que se propone. Escuchamos expresiones como: “dependes de ti y sólo de ti”, “eres libre para odiar y amar”, “en la guerra y en el amor, todo se vale”.
Hoy día, el hombre busca poder, obtener posiciones y alcanzar prestigio. En ese afán, no importa quien está de frente o a quién deben derribar. Cada paso se calcula fríamente y se aprovecha cada oportunidad que se presente para alcanzar el objetivo, sin importar las consecuencias. La consigna es “el fin justifica el medio».
¿Qué significa prosperar? Según el diccionario: tener éxito; mejorar progresivamente de situación, especialmente en el aspecto económico y social. Prosperar, según la Escritura no se limita al aspecto económico o financiero, trasciende, es más que eso.
La primera premisa del Catecismo Menor de Westminster expresa: ¿Cuál es el fin principal del hombre? El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
El Salmo 37:4 nos comparte esta expresión:
Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Para conocer a Dios es necesario interaccionar con Él. Deleitarse es disfrutar, encontrar agrado, placer.
Cuando reconoces a Dios y le das el lugar que le corresponde, Él se ocupa y concede las peticiones de tu corazón.
En Hebreos 11:6 lo confirma:
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Dios honra a quienes le honran. Quien le busca no pasa inadvertido. El hombre honra a Dios cuando lo reconoce. El Salmo 100:3, expresa:
Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
Es a través de la Escritura que Dios nos habla y enseña. Quien se deleita en su palabra recibe nutrimento espiritual. El Salmo lo describe como un árbol cuyas raíces reciben alimento constante. Que brinda fruto abundante y delicioso. No importa lo que ocurra o deje de ocurrir, “su hoja no cae”. Las circunstancias están, pero no lo alteran ni trastocan.
Es a través de la Escritura que Dios nos forma para que seamos como Cristo, nuestro Señor y Salvador. Es Dios quien nos prospera y somos prosperados cuando nos deleitamos en Él y en Su Palabra.
¡Vivamos para agradarle a Él!
Reflexión Recomendada: Atrévete a Emprender
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