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Viviendo con Sabiduria
Reinaldo L. García Pérez
Mas el que me oyere, habitará confiadamente; Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.
– Proverbios 1:33
El Salmo 1 hace una comparación muy interesante entre el hombre justo y el pecador. El justo es una persona que reconoce a Dios y vive para agradarle a Él. El pecador es una persona no reconoce a Dios y vive haciendo como bien le parece. Aunque coexistan, sus acciones los conducen por caminos diferentes.
El Salmo 1:1 expresa: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Observa los tres (3) verbos subrayados: anduvo del verbo andar, estuvo del verbo estar y sentado del verbo sentar. El salmista describe como el ser humano se involucra en el pecado; primero, siguiendo consejos de personas impías. Andar en consejo de malos se refiere a cuando recibimos las sugerencias y tenemos presente las recomendaciones de personas que no sienten compasión ni tienen piedad.
Segundo, cada acción es un paso que damos hacia un rumbo o dirección. Por eso el salmista lo describe como estar en un camino. Nuestras obras y acciones están fundamentadas en decisiones. Nuestras decisiones están basadas en las ideas, pensamientos y actitudes que tenemos. Estar en camino de pecadores implica que nuestras obras y acciones nos complacen, pero no agradan a Dios.
Tercero, sentarse en silla de escarnecedores se refiere a juntarse, unirse con personas que comparten ideas, pensamientos y actitudes. El escarnecedor es una persona que menosprecia y se deleita en la mofa, se burla de otros. En el campo decían: “dime con quien andas y te diré quién eres”. El salmista llama bienaventurado, que quiere decir dichoso, feliz, afortunado; la persona que no sigue el consejo del impío, quien no actúa perversamente ni comparte con los blasfemos.
El hombre justo, reconoce y siente respeto reverente hacia las cosas de Dios. Se deleita en buscar y conocer más de Dios. Considera y tiene presente lo que la Escritura expresa. No vive para complacer a otros sino para agradar a Dios.
Quien vive para agradar a Dios, prospera. Es una consecuencia natural. Cuando en obediencia aplicamos los principios de la Escritura somos como ese árbol plantado junto a corrientes de aguas. Está ubicado en terreno fértil con raíces profundas que no dependen de las circunstancias porque recibe de parte de Dios nutrimento constante y continuo.
El malvado, el impío, el perverso es como tamo que arrebata el viento. Vive a merced de las circunstancias, está expuesto y queda desprovisto porque su fortaleza y confianza están puestas en sí mismo y no en Dios. El justo y el pecador pueden enfrentar un mismo evento, pero para el justo la experiencia es diferente porque su confianza está puesta en Dios y no en las circunstancias.
Por eso la llamado del proverbista: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” – Proverbios 1:7a. Todo comienza con reconocer a Dios. El Salmo 14:2 expresa: Dios, desde el cielo, mira a hombres y a mujeres; busca a alguien inteligente que lo reconozca como Dios (TLA).
Proverbios 1:23 expresa: Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, Y os haré saber mis palabras. Ese reconocer no surge de nosotros mismos, sino que el Santo Espíritu de Dios nos hace recapacitar, volver en sí como el hijo pródigo (Lucas 15:11-32).
El proverbista nos llama a considerar nuestros caminos. ¿Dónde estas tú? Quien acepta, quien reconoce su condición se levanta y regresa a la casa del Padre.
Christine D’Clario compuso una canción que tituló: Crea en mí. Toma un instante y busca el cántico en tu aplicación musical favorita. Escucha y medita en sus palabras.
¿Cómo estás tú? Dios no desprecia un corazón hecho pedazos. Dile en oración: “Dios te necesito”. Ten la certeza de que Él te escucha.
Reflexión Recomendada: Espera a Jehová
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