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Volvamos a Jehova
Reinaldo L. García Pérez
«Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová; Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos»
– Lamentaciones 3:40-41
Disfruté en días recientes un testimonio en el cual un joven celebra la transformación que Dios hizo en su vida. Este joven estuvo preso, cumplió con la sociedad. Pero al salir enfrentó situaciones difíciles como consecuencia de su pasado.
Este joven manifestó gratitud reconociendo que Dios siempre estuvo con él. Hoy, tiene una familia, dirige una empresa y tiene metas de expansión. No olvida el lugar donde estuvo, tiene presente que Dios enderezó sus pasos y le dio una nueva oportunidad.
Escudriñar nuestros caminos implica considerar detenidamente nuestras ideas, pensamientos y actitudes que nos han llevado al lugar (o situaciones) donde nos encontramos. Es realizar una pausa para definir lo que hicimos o dejamos de hacer.
En la parábola del Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32) Jesús nos describe que este joven “volviendo en sí” reconoce. Tuvo el espacio y la oportunidad para comparar y contrastar su vida en la casa del padre. Ese “volver en sí” es necesario para rectificar.
Rectificar significa corregir o enderezar algo torcido o desviado.
Conocer la verdad no hace libres (Juan 8:32). Nuestro intelecto, emociones y voluntad son transformados por el Espíritu Santo mediante el amor de Cristo. Sólo el Espíritu de Dios nos permite llegar a tal punto.
Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Lucas 15:18
Reconocer nuestra condición nos quebranta, pero no nos llama a quedarnos en el suelo ni a consumirnos en el remordimiento. Ese reconocimiento nos mueve a levantarnos. Nos impulsa a ir a la casa del padre. Nos hace volver a Jehová.
Considera cómo lo expresa el profeta Jeremías:
Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;
Lamentaciones 3:41
Para volver a Dios, levantemos nuestras manos. Levantar nuestras manos significa que solicitamos misericordia de Él y que estamos dispuestos a recibirla. Implica actitud de rendición. Vuelvo con ánimo conciliador. Regreso en son de paz.
El amor de Dios como Padre es genuino y santo. Ciertamente, es un amor muy distinto al amor humano que se limita a reciprocar, es decir, nosotros solo amamos a quienes nos aman. Nuestro amor es condicional, pero el amor de Dios es incondicional. Nuestro amor es emocional, pero el amor de Dios eterno.
¡Levántate y regresa a casa! Los brazos del Padre te esperan.
Reflexión Recomendada: Escudriñemos Nuestros Caminos
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